Donde hay educación no hay distinción de clases (Confucio, filósofo chino)

martes, 13 de diciembre de 2011

Los libros de texto y su controversia

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Cada inicio de curso escolar los bolsillos de los padres empiezan a temblar, que si ropa nueva, que si material escolar, que si los libros, ¡ay! los dichosos libros. Cuando yo estudiaba, y de eso tampoco hace tantos años, costaban un riñón y se acercaban a 25.000 de las antiguas pesetas. Ahora, unos años después, y en plena crisis, para pagar el lote de libros de un curso escolar debes poner también el otro riñón y un trocito de hígado. Le encomendamos al libro de texto la ardua tarea de mostrarles los conocimientos del nuevo curso a nuestros hijos. De todas maneras, no hay alternativa; te guste o no te guste hay que comprarlo porque es el material que van a utilizar  en clase el resto de compañeros. Y digo que no hay alternativa porque no considero al libro digital algo diferente al libro en papel. Como las aulas, los libros se digitalizan y en lugar de estar en formato papel, los tenemos en pantalla. Las ilustraciones a tres tintas ahora son “applets” animados que nos explican lo mismo pero de una manera más divertida. ¿Así que alternativa? En realidad son los mismos libros de texto colgados de la web de la editorial a los que se accede pagando una licencia. Las mismas ideas en distinto formato y, además se necesita de una conexión a internet para acceder y cruzar los dedos para que la página no se quede colgada.

Volviendo al tema y después de leer posts en distintos blogs educativos me planteo dos preguntas: ¿por qué hablamos de esclavitud al libro de texto? y ¿por qué reciben tantas críticas? En relación a la primera cuestión, entiendo que si se utilizan los libros es porque tienen una serie de ventajas. Ventajas ¿para quién? Pues para todos: alumnado, profesorado y familias. A las familias, como hemos dicho antes, les da seguridad porque el libro marca una pauta establecida que se va a seguir y porque tienen un material de consulta en caso de que ayuden a sus hijos. Para los alumnos es una manera de seguir un cierto orden y, siendo realistas, esto es cierto y les es de gran comodidad. Pero para aquellos a los que les resulta de mayor comodidad son los docentes. El plan está hecho, es muy fácil de seguir. Pero aquí es donde empieza la esclavitud. El profesor se encuentra con el dilema de elegir entre asegurarse que sus alumnos aprenden contenidos y procedimientos adecuadamente o continuar dando el libro porque si se pierde demasiado tiempo “no se llega”. Hay que acabar el libro, hay que llegar al final y así el curso se convierte en una carrera de obstáculos en la que los alumnos van tropezando y al final solamente llegan unos pocos. Y además tienen una coartada en caso de quejas: “hay que seguir el libro”. Precisamente aquí radica el motivo principal por el que surgen tantas críticas. Los libros de texto son una interpretación que hacen las editoriales del currículum. ¿Es errónea? No, no lo es, pero presenta una visión limitada y que no se ajusta a las nuevas líneas que marca la LOE. ¿Por qué? Porque se centran en una visión del aprendizaje memorístico y de realización de ejercicios mecánicos y porque además son un modelo único para un alumnado muy diverso. ¿Acaso no se exige de adaptación de los materiales? Bueno, para solucionar esto las editoriales nos facilitan otro libro “el cuadernillo para la diversidad”. ¡Oh! Gran solución: otro libro con ejercicios más sencillos. Rizando el rizo. ¿Y qué hay de las competencias? ¿Alguien las ha visto? ¡Ay! Las competencias básicas, esas grandes desconocidas de las que mejor hablamos otro día. Lo que está claro es que hay un gran interés por parte del sector editorial en que se sigan utilizando los libros, digitales o en papel. De momento, quizá me equivoque, es un sector que tiene un gran peso y mucha influencia y esta tendencia costará mucho de cambiar.

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Entonces, ¿qué hago como docente? ¿Me niego a gastar el libro o lo sigo a rajatabla? No debemos ser extremistas. El libro es una herramienta, una buena herramienta si se utiliza de manera adecuada. Pero debe ser el profesor el que dirija el aprendizaje y no debe dejar que sea el libro el que mande. ¿Y qué hacemos con las familias y el dinero que se gastan? Hay alternativas. En mi IES hay un programa de socialización de libros de texto. ¿En qué consiste? Los libros son del centro y cada curso se prestan a los alumnos que solamente pagan 30 € en concepto de fianza. El se compromete a hacer un buen uso de los libros y a conservarlos adecuadamente. Cuando termina el curso, los libros se devuelven y serán utilizados por los estudiantes del próximo curso. Y aquí dejo la duda: ¿por qué no se extienden iniciativas como ésta?

lunes, 28 de noviembre de 2011

Etiquetas

Hace unos días una compañera se preguntaba en su blog por qué los alumnos de hoy en día han perdido la motivación. Quizás se puedan dar muchas respuestas y haya otras tantas que desconocemos, pero me gustaría reflexionar acerca de el etiquetaje de los alumnos. Probablemente muchos de ellos hace ya tiempo que tiraron la toalla y perdieron el interés por el mundo académico. ¿Por qué dejaron de creer en ellos mismos? Quizá porque antes de que eso pasara fueron sus profesores los que dejaron de creer en ellos. Nunca hay que dejar de creer en los demás, nunca hay que dejar de creer en uno mismo. Hay muchas etiquetas y probablemente todas existan, pero también es cierto que se está abusando de ellas. Nunca antes habíamos tenido tantos niños hiperactivos, tantos niños con conducta antisocial, o con desorden bipilar. 20 millones de niños son etiquetados con "transtornos mentales" que simplemente se basan en una lista de comportamientos. No hay más pruebas, no se necesitan. Solamente son drogados para que estén "más tranquilos y más centrados". ¿Nadie se ha preguntado si realmente necesitan estar 50 minutos sentados, callados y atentos a la explicación de un soporífero profesor?


domingo, 13 de noviembre de 2011

(DES)INVERSIÓN

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Estamos en crisis. Vaya novedad. Es época de austeridad, época de gastar poco y, sobre todo, época de no gastar el dinero que no tenemos. Sí, hay que gastar poco y ahorrar. Con los tiempos que corren todo vale, todo es justificable. ¿Todo? Sí, todo; también los recortes en los “archiconocidos”  tres pilares de la sociedad del bienestar: política social, sanidad y educación. Recortan y recortan y nosotros quizá nos quejamos un poco al principio, pero pronto lo asumimos sin más. Se hace un recorte y tenemos tema para la tertulia del café o la sobremesa, pero al día siguiente ya nos hemos olvidado de ello. Lo aceptamos. Parece que teníamos asumido de antemano que estos recortes iban a llegar tarde o temprano, son necesarios y no tienen alternativa. Nos han vendido la moto, hay que bajar el nivel de endeudamiento o de lo contrario seguiremos el camino de nuestros vecinos: Grecia, Irlanda, Portugal…

Dejando de lado los recortes en otros ámbitos, con el tijeretazo en educación se está evitando el gasto de unos millones de euros al año, x millones. ¿Cuántos millones? No lo sé, pero creo que debe ser calderilla al lado de todo el dinero que solamente unos pocos privilegiados han ganado. Vale, si recortamos estamos ahorrando un capital monetario. ¿Pero qué pasa como contrapartida? Nos estamos olvidando de otro capital, el capital humano. Que este capital sepa leer y escribir, sumar y restar e incluso tenga una titulación superior puede que sea imprescindible para que el día de mañana nuestra economía, que hoy está enferma, esté sana y fuerte y sea competitiva.

No se trata de gastar por gastar. No se trata de decir que la Administración diga “Això ho pague jo”. Se trata de gastar con cabeza, de gastar en aquello necesario y de recortar en aquello superfluo. Se necesita invertir en recursos materiales y también en recursos humanos. Oh! sí, hay que invertir en capital humano. No puede ser que queramos atender a la diversidad con grupos de 25 o 30 alumnos. Curiosamente, hoy una amiga colgaba en su muro el siguiente texto, que viene al caso (más o menos): “Orgulloso de ser docente. Si un médico, un abogado o un dentista tuviera a 25 personas en su oficia a la vez, todas con diferentes necesidades y algunas que no quieren estar allí y el médico, el abogado o el dentista tuviera que tratarlos a todos con excelencia profesional todos los días durante meses, entonces podrían tener una idea de lo que es el trabajo del docente en el aula. ¡Si eres docente, pégalo en tu muro y siéntete orgulloso!”. Aunque pienso que no sólo se necesita más personal, sino que hay que formar más y mejor al ya existente.

Invertir en educación es costoso, pero no hacerlo puede serlo todavía más. Es una desinversión. Es enterrar el futuro de las personas. Es condenar el futuro del país. Porque los beneficios de la enseñanza son mayores que la inversión que realicemos. Porque los beneficios individuales reportan en el beneficio colectivo.

martes, 8 de noviembre de 2011

Mi primera lectura


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Hoy escribo mi primer post en mi primer blog preguntándome precisamente cuál fue mi primera lectura. Vaya pregunta, ¿no? Si te soy sincero, yo no lo recuerdo. No, no recuerdo que es lo primero que leí. Y no me refiero a si fue una pancarta publicitaria o el título de "Barrio Sésamo" en la pantalla de la tele. Me refiero a la primera lectura "seria" que hice. Quizá fue un cómic de "Mortadelo y Filemón", quizá fue una pequeña história en clase de pre-escolar, quizá fue un libro de lectura, quizá... No lo recuerdo y me gustaría recordarlo. ¿Y si era un cuento?  Sí, quizá fue un cuento. Pero... ¿qué cuento? Los Tres Cerditos, Blancanieves, Caperucita... Sí, era un cuento, estoy seguro. Los cuentos son una buena manera de introducir y de enganchar a los niños al encanto de la lectura. Con los cuentos, comenzamos a descubrir ese "poder de las palabras", como escribe una compañera de clase en su blog. Por eso hoy te invito a visitar dos enlaces:
Encuentos, un sitio donde encontrarás numerosos cuentos infantiles de autores hispanoamericanos y algunos recursos educativos.
-Pequelandia-cuentos, un sitio en el que hay todo tipo de cuentos: clásicos, infantiles, famosos...

Espero que te guste. Y tú... ¿recuerdas cuál fue tu primera lectura?